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O rr o. AA mr pm E — —No. Solamente le he visto esta sola vez cuando vino con tu aviso; pero ya sabes que tengo de él todas las re. ferencias. Ahora es un muchacho modelo. Todo lo que he podido indagar de él en mis averiguaciones de policía secreta concuerda. Tiene sus enemigos y sus perse- guidores...; pero me consta de su conducta. Sobre todo somos como parientes, porque su hermana y yo parecemos gemelas. Su casa es como mi casa. —¿Eníonces? Ya puede preparar usted el hisopo. ¿Pero saben sus papás? - De eso estoy segura. Doña Martina me dice constan- temente, desde hace muchos meses, que Gaudencio me adora. ¿Y tú? Ya vió usted el grito que di cuando falleció papá, Yo no le adoro, pero le pongo después de Dios y de la Virgen. —¿Dónde dejas los santos? -Bueno, pues, después de los santos... -Por lo visto, le colozas también antes de tu tío. La epístola de San Pablo que dicen en los desposo- rios o casamientos... ¡Sí, mujer, sí! Ahora con mucho cuidado con el bra- serito del corazón, pero cuando sea tu marido... -— Vendrá usted a casarnos. ¿eh?... --Pero todavía hay tiempo. -Me parece que... D. Florencio antes de tomar su camino, habló a los papás de Gaudencio sobre el tema de su conversación con Angelita. -Todavía está la niña—dijo doña Martina.— Des-

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