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A A Pf A A Pf e A FP ÑO o E: perdió a su madre. Sus dos hermanas tuvieron que em- plearse para ganar la vida, de señoritas de compañía: la una con doña Luisa Lucanor, viuda joven de Elizardo 3arca, diputado que fué por el departamento de Maco- tera, en la provincia de Salamanca; la otra, con la con- desa de Rivadavia, aristocrática dama, con cinco hijos insoportables. Emeterio tuvo que resolverse a hacer lo propio, porque el tío que tenía en Lequeitio, enemistado con su padre, díjole. “Hijo mío, no hay más remedio que aprender a ganarse la vida. Lo que tus padres te en- señaron es a gastar; ahora la Providencia te llama a buen acuerdo y es preciso que seas hombre. El trabajo no re- baja; lo que rebaja es el orgullo.” Así que a los 23 años tomó por el mejor acuerdo del mundo hacer vida de mar, para decir sus penas a las olas y que luego se estrellaran en los acantilados de la costa. Interpuso una buena re- comendación para D. José Valero, administrador del marqués de Comillas, en Santander, y ved ahí al hombre “sirviendo” por no servir para otra cosa. Estuvo Gaudencio en la escuela de D. Nicolás hasta la edad de nueve años, época en que emprendió estudios más particulares con profesores de toda seriedad y en el Instituto después. Tenía su padre, hombre a carta cabal honrado y por todo el mundo amado por su generosidad y buen humor, esta máxima: “el saber no ocupa lugar”: y, en consecuen- cia, quería que sus hijos aprendiesen todo lo que pudie-

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