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145 - Acuciado por la curiosidad y el recuerdo preguntó a un trabajador en la barca: —¿Será aquello lo que llaman Montehano? —Aquello es. —Dicen que hay muchos niños. —Muchos y listos. Si usted fuese por allá el día de “La Pastora” y les oyera decir aquellos discursos de aquel modo, como si fuesen hombres de congreso, se marayi- llaría. Va usted allí, sale un chiquitín al pizarrón y el rector le hace una serie de preguntas de todas las cien- cias y allí verá usted contestar sin pestañear; realizar sobre el pizarrón operaciones de cálculo a las derechas y al revés, lo mismo “pa lante que pa tras”. : —¿Qué monjes hay allí? ¿No es un convento? —Les llaman capuchinos, frailes de barba. -Meteránfmucho miedo, ¿eh? —¿Nunca los ha tratado usted? -Ni verlos siquiera... —Pues son unos benditos, buenos y amables. Había arrancado el coche y salían las recuas galopando cuesta arriba. Todavía en;una grandísima caminata de Cicero a Gama se ve el convento, Una cinta cenicienta y circular se notaba bordeando el monte: era el camino que une el convento con Escalante y que luego va a de- recha e izquierda para Santoña, Castillo e Isla, pueblitos al otro lado de nuestra dirección, y para Gama, Aneros, y Santander por este lado. Cuando a las pocas horas estuvimos en Santander y vimos el Sardinero, el muelle y la regata de aquella tarde, se le ocurrió a Gaudencio aprovechar medio día para visitar el convento de Montehano. —Oye, Ortúzar: esto tiene poco que ver. Las regatas 10

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