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A o ha Aa A — una legua, el vacío Se oye el furioso golpeteo del Oleaje rompiéndose insumiso y rebelde en el arenal o en las ro cas enormes del acantilado de Santoña. Allá, al pie un cono oscuro que se eleva a conversar con las estrella; y que semeja una mancha inmensa bajo el cielo salpicad; de luces, se ven otras manchas también negruzcas quey destacan como marco de una serie de puntos lúminosy por los que sabemos que hay moradores. Es el conveni de Montehano, a la misma orilla del río y a la raíz Mismo del monte Cónico, cuya historia se desconoce. Aquél convento es el seminario de una infinidad de niños que aprenden todo lo aprendible, desde la gramática hasta hebreo y el griego, desde la sencilla operación aritmétig hasta el pesado y fastidioso logaritmo, desde musa muy hasta las matemáticas llenas de arideces y de misterio de ecuaciones... Del púeblo de Gaudencio había all más de tres o cuatro mozalbetes que llamaban “será ficos”, porque el monasterio pertenecía a los hijos di Serafín de Asís. Un hombre robusto en la plenitud de k vida y de la fama gobernaba aquel centro de donde ha salido tantos y tan conspicuos escritores y poetas. Erag padre Francisco de Amorebieta, alma y corazón de k Escuela Seráfica de Montehano. Sin embargo, otro hon: bre a quien después conocimos largamente era el ve dadero “amo” de la casa. Un catalán, político con hábite religioso: el “estadista frustrado”, el eminente par Joaquín de Llevaneras, hermano del que más tard fué Eminentísimo Cardenal Vives. La vista de aquella lucecitas recordó a Gaudencio lo que había oído a su pi dre sobre la existencia allí de un colegio donde se educala también un hermano suyo.

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