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N 54 4 1 | +] PP ore Nuevos fuegos A los tres días cabales y a las 10 en punto de la maña- na, luego de la conversación de Gaudencio con su mamá, apareció la “estrella”. Cuando Gaudencio oyó el ruido cristalino de su voz, mientras él leía un periódico, saltó de la silla y la silla cayó de espaldas; arrojó el papel y el papel lo pisó sin intento de hacerlo, por el atropello de verla. Venía ella con María, hechas dos rosas con todo el color de los cielos y con todo el frescor de los jardines. El alma se le iba por los ojos al pobre chico. Ella reía, enseñando sus pequeños y lindísimos dientes, con dos retoques de oro en los in- cisivos —¡Pero, Angelita! -¿Aún vives?—replicó ella con gracia. —Si tardas tres días más me escapo. No podía sufrir más. —¡Hola! ¿Conque pensabas escaparte? Todavía. . —No... no... no me hagas llorar de gusto. No es lo que tú ibas a insinuar en tu reticencia... Amores si quisiera tengo a manojos; pero en ti, vida mía, puse mis ojos -¿Sabes que no me gusta que me hagas versos? No son míos. igual da.

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