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Na Pero no vió a Angelita! ni se presentó en casa. El niño se habia equivocado. El tormento del joven durante la noche no tuvo cabo. Descendió al jardín para recordar y saborear el encuentro de la fecha memorable. —Aquí, aquí mismo me estaba oyendo. Allí me volvió a declarar En aquella puerta le tomé la mano y se la besé; tenía un aroma que todavía lo percibo. El amor da guerra. Tal vez sea mucho más filosófico vivir sin amar. Los hombres somos unos pobres desdichados, es- clavos de ruestra libertad. ¡Por qué Dios habrá he- cho almas tan bonitas, tan estelares, tan amables! Ella no tiene amigos; es un tesoro metido en su estuche. En los ojos lleva todo el cielo de la alegría, porque en el corazón le vive Dios. Nunca tiene frívolas palabras. Sus cartas floridas huelen a azahar celeste. Un día se cortó un dedo en un juego; un chorro de rubíes brotó de la he- rida, que yo se la curé; pero antes sorbí toda aquella sangre; guardé dentro todos aquellos rubíes; en ellos puse mi fortuna y felicidad. Gaudencio filosofaba con el amor puro de su amada. Sacó del seno la medallita de aro, regalo de ella y se la besó. Se puso de rodillas, delante de ella, sosteniéndola en las manos. Le miró una y cien veces a la luz de las estrellas. Aquí está ella. Ella es mi virgencita. Esta Virgen del Carmen es madre de los dos. ¡Madre de los dos! Y ¿si rompe ella? ¿Si esta enfermedad que pretexta es un pretexto?... ¡Madre de pureza! ¡Madre de mi vida! No permitas que se destruya tu obra en mi alma... No; que me siga queriendo, ¡oh Madre! que sea cándida, que sea pura, pero que me adore... Que sea una estrella de tu frente, pero que me quiera... Ella sola es mi paz. y ca eE O O An"
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