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' 1 ' t iy Í E acordes expresivos; pone en la ejecución todo su espírity, El siente lo que toca Gaudencio, Marichu y Angelita vibran al mismo com. pás. Angelita se retira dos pasos y recoge dos lágrimas en su pañuelito de batista frío y oloroso. Gaudencio sueña, Esto es amor espiritual —formula.—Aquí muere la fácil alegría de vivir. ¿No te emociona, Angelita? Esta tiene los ojos un poco rojos, todavía húmedos de ternura. Gaudencio lo nota. Quiere tomarla en los brazos, besarla. Sus almas se entienden, se aman. Se domina empero. —¿Para qué y para quién vivimos en este mundo?-- dice en un suspiro ahogado Angelita. El profesor da vuelta en el taburete y mira a los tres del auditorio y se queda mudo. —¡Caramba! ¡No es para tanto!—dice. —¿Usted no ha amado, D. Valentín?—irrumpe María. Sí, pero me equivoqué. Yo creí que el amor era jue. go de miradas, congestión de ternura, en fin, un poco romántico y mucho de impresionismo nervioso... ¡Me equivoqué! —La inocencia del alma se levanta contra esos modos de amor—repone Angelita. Es preciso vivir; ver tierras nuevas y aprender a amar antes de darse al amor. En esta tierra el amor es demasiado inocente. Nunca pensé que el amor pudiera ro ser inocente que debiera ser criminal —dijo ella vehemente. -Criminal, no; pero ¡vamos! hay que probarlo antes, Ustedes imaginan el amor como una espuma de vi- cio y el amor debe ser flor de inocencia.

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