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125 — su sueño! Por aquella otra parte duerme María Ella soñará con pin “príncipe”. ¿Cuál es para mí la verda- dera princesa? Como amo a la una amo a la otra. Las dos son mis ángeles de salvación, pero debo entregar mi corazón a Angelita. ¿Cuándo? Siempre. ¡Qué luminosas locuras me inspira mi cariño hacia ella! Si se las dijese no me las creería Gaudencio ha mirado en el horizonte un fulgor: Un meteoro. Eso es la vida, pero no es eso el amor. Ríete de la felicidad de un corazón carcomido de pecados. El amor debe ser como aquellas estrellas, siempre col- gadas del cielo. Así me lo enseñó Angelita Vuelve a detenerse meditativo. Continúa el soliloquio: -Una flor luego se deshoja, pero nunca se construye. Dios Iremente hace las flores. La flor del corazón se des- hoja. ¡ay! ¡Perdóname, Dios mío! ¡Qué año fatal!. ¡Cuánta estrella muerta llevo en mi cerebro! Hay en mí un reflorecimiento de juventud. Me siento como una flor llena de aroma. ¿Qué es eso? Gaudencio tiembla; son las doce y media y todo .” mundo duerme y oye pasos cerca de sí. ¿Quién es? La sangre se le hiela. Una voz con alientos de gloria le contesta: ¿Que quién es? Uno de tus ángeles. Angelita misma en persona. Pero, ¿no duermes? ¿Como quieres que duerma si tú velas? Angelita le pasó una mano sobre la frente. —¿No estás afiebrado? --No —¿Tampoco estás loco?

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