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in» detA EE mr a A is A ud a e rr aromáticas de una emanación rica y suave. Aquellas chicas destellan claridad por limpias y bruñidas. Cada cual tiene su “vecino” de compañía con que empareja en el camino, asidos fraternalmente, como si no conocie- ran pecado. Cuando pasaba en rueda aquella juventud enracimada por delante de nuestro grupo, sonreían a Marichu. To- das la conocían y la tuteaban, porque la mayor parte de los días llegan al pueblo con sus ánforas lecheras ]le- nas de espumoso líquido, o con sus cestones de verdura y fruta. Marichu gustaba de frecuentar la plaza con la sirvienta y conversaba familiarmente con toda aquella juventud bullanguera. Hablaban su lenguaje vasco. To- davía en las romerías no se oye otro lenguaje. Es la len- gua milenaria que más filosofía encierra y más blanduras entraña para conversar La rueda en són de ronda vespertina brincaba y can- taba su poesía y su vida. Generalmente el genio vasco habla poco relativamente, canta más; es que la razón habla y el corazón canta. El genio vasco, fundido de hierro, es todo musicalidad, todo armonía. Nuestros bar- dos legendarios poseían más corazón que cabeza. La ronda se detuvo delante del grupo que formaban Gaudencio, Marichu y Angelita: a ellos se había sumado un primo de esta última por un mero cumplido con Marichu. Charlaban como pájaros en fronda, un lenguaje que brotaba de una naturaleza amorosa, un lenguaje inge» nuo. Esta vez algo lírico. -¿Ves aquel monte?-—dijo uno de ellos a su pareja—3; parece que arde en fuego (el sol se trasponía contra él). Pues así estoy yo...'
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