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nn api ca Ma dad e e A AA PÍO UI q A E REE AT —Verdad es: yo me enamoré de ella pero ella no Se enamoró de mí. —¿Por eso fuiste en busca de Lucía, entonces? —¿Qué remedio me quedaba sino buscar otra? —¿No te convenía Catalinchu mejor que Dorotea y que Lucía? —-También es verdad, pero yo no le convenía a ella. —¿Sabes de seguro?—dijo viva e intrigada Marichu. —Mira si sabré que todavía no he concluído todas las calabazas que me dió. —Luego este de ahora es tercer “embite””—intervino Gaudencio—¡se requiere valor y coraje! —No. Ella fué la que me “embidó”; yo dije solamente: “quiero” y así estamos. Como las cartas aún no están sobre la mesa, no se cree segura de ganar el embite. —¡Tiene razón la pobre! Son los hombres muy buenos para crear penas pero no para quitarlas—añadió Marichu —Pues para quitarle esa pena de “celos” quiero casar. me pronto, cuanto antes mejor. —¿Bien hecho, Antonio! Agur. —Agur. A la romería ¿eh? —A ver lo que haya

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