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is secuencias que arrastra tras de sí una resolución mal to- mada. Al día siguiente una carta de Angelita. ¡La gloria! En ella se daba por enterada del motín estudiantil y es taba segura que él, Gaudencio, no se comprometería ni mucho ni poco en la revuelta. Le aseguraba una vez más su cariño y los deseos de verlo. El ambiente se serenó. Respiró nuestro joven y se re- solvió a contestar a papá que todo pasó como tempestad en vaso de agua y que estuvieran sin cuidado. De las puntas de la pluma, como de lo que abundaba en el co- razón, se le escapó: “Supongo que Angelita se enteró de esto”, Al leer su padre la carta y aquel apéndice para él tan extraño, porque con él nunca se mentaba el nombre de Angelita, le hizo levantar la cabeza y alargando la carta a su esposa; le dijo: Lee eso. —¿Qué encuentras de raro aquí? Esa alusión a la chica y ese interés porque ella se entere. —Cosas de chicos. No creo que tenga alcance. —Me tiene sin cuidado, pero ¡vamos! eso trae agua. Eso es un brote furtivo que supone volcanización. Hay algo indudablemente entre ellos. —iA los 19 años! —A los 20 nos casamos nosotros. —No sueñes con eso. ¡Si apenas se han conocido! -Conformes. Pero tú y yo nos conocimos también muy tarde para nuestros respectivos padres. —Si por ese canal van las aguas, que sean como las