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-- 110 —- pormenores? Posiblemente le ocurría a ella lo que a mi Tendrá por aquí algún Lucas, y con el poder sugestivo que ellas tienen le hará cantar obligándole a ejercer fun ciones de policía. Pero ¿quién? Repasó Gaudencio toda la lista de nombres que cursan en la facultad y no dió con el posible candidato. Volvió a examinar sus conoci- mientos amistosos, y nada. —No es posible entonces que ella sepa mis cosas por denuncias de aquí. ¡Es raro! Una idea luminosa se le ocurre. Golpea la ancha y serena frente, y en un dos por tres otra carta para An- gelita. “Angel mío: ¡Cómo agradeceros el sacrificio de dejar la casa y viajar hacia Begoña por causa mía? La carta de Marichu me ha conmovido por lo que me decía y por lo que me decías allí tú sin escribirme. Permíteme que te haga dos preguntas a las que te ruego me contestes de inmediato. ¿Sabes si mi hermana tiene relación con algún estudiante o persona de aquí? Como eres tan ín- tima de ella, fácilmente lo puedes saber. “Segunda pregunta: ¿Ha sospechado ella de nuestras relaciones? ¿Has dicho algo que pudiera tomarse por una amistad de esta naturaleza? Espero impaciente tu res- puesta, angel mío. No me detengas mucho tiempo en el Purgatorio. Tú que eres tan compasiva y buena, sé bue- na y compasiva con tu ferviente, devoto y cariñosísimo enamorado GAUDENCIO.” A veces también el mar se duerme y el desierto tiene una grandiosa calma. Las pasiones de la juventud no aguijoneaban a Gaudencio. Pasó unos días octavianos. No se acordó más que de estudiar, redactar poesías y

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