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de PEE aa es gr al ready ri es - : > E pre AS hdr A EA AA pili ina ANT A y O Si bo: nd, 06 dudar de mí, que como ignoro el mundo no sabría mentir en achaques de amor. Te amo, porque me parece Que Dios quiere que seas mío, con tiempo. Te amo cada vez con mayor vehemencia. Mira bien lo que te digo, que, como sabes, te lo digo con la comunión en el pecho, Sigue luchando y comunícame todas las llagas de tu co- razón para que te las cure con mi cariño. "Tuya de rodillas ante Dios.—ANGELITA.” Venía Gaudencio de la universidad donde el profesor les habló “fuera de texto” elocuentemente, como a veces suelen perorar los incrédulos, halagando las pasiones de la juventud; les habló aquel día sobre el amor libre. “No es un sistema ni una doctrina aceptable, decía el profe: sor, pero hay edades en que la fuerza del corazón no es comprimible. Además, prosigue el profesor, el amor quiere aire, oxígeno; encerrarlo en el calabozo de un de- cálogo es un crimen. La pureza del amor no existe. Los que a los 18 años creen en la pureza del corazón, mienten. ¡Muchachos! Oídme bien, añadía en su perorata. No quiero decir que pequéis, que ofendáis al Todopoderoso; pero el Todopoderoso que hizo el corazón humano sabe que necesita comunicarse a otro o a otra”. Los jóvenes salieron de clase entusiasmados, locos. Gaudencio corrió las calles de la universidad a su casa, meditativo, lúgubre... ¿Por qué habrá profesores tan necios?—se decía.— 'No le basta a la maldad del corazón su malicia sin agui-

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