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tiempo de medio siglo largo * en todos esos cincuenta y pico de años aquel niño, luego hombre, lleva apropia- damente el nombre de Gaudencio. No fué éste su primer nombre patronímico, pero al cambiárselo para los efec- tos de este libro, debimos excogitarlo porque responde a una vida plena de alegrías sanas. La madre de Gaudencio no pudo amamantarlo a sus pechos y se crió el niño en las ricas ubres de María An- tonia, en Arana. Cuando pasados algunos años trajéronle definitiva- mente a casa, Gaudencio no quería permanecer en ella, “:'querenciado” fuertemente con la aldea en que se crió. A los dos años, empero, no bien cumplidos, dábasele por muerto a causa de un ataque tan frecuente en los niños. Lleváronle a su paterno lar, agónico y expirante, hasta que una tarde, dada por extinta la vida del rapaz, se le dejó sobre una colcha en espera de la hora propia en que debía hacerse el enterramiento. Cuéntase que durante aquella noche llegó una de las tías a ver el supuesto cadáver, y' queriendo imprimirle un beso en la frente, con el roce de los labios cobró vida, exclamando: ¡Ana! Tiró con un pie de la cubierta de seda que cubría su cuerpecito y empezó un llorar quedo y silencioso. Corrió su madre, tomóle de la cabecita y po- niéndole los labios suyos afiebrados en los de él, dijo: “Hijo, otra vez naces para mi corazón”. El niño abrió sus ojitos castaños y meneando la cabecita de ángel

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