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E pública calle. Sembrar por todas partes virtudes sostenidas por la fe era su ideal, que virtudes sos- tenidas por otros fines, no podían detener el forren- te del mal, sino con telas de araña... Los diplomá- ticos más hábiles, con las obras maestras de su sagacidad, no hacen otra cosa que enredar el mun- do; el apostolado lo salva y al apostolado se entre- ga Gaspar con verdadero corazón y alma de atleta... Sin embargo todavía no estaba en condiciones de realizar toda la fecunda labor que corresponde a un apóstol. Joven como era y habiendo permane- cido tanto tiempo en el destierro no habia podido autorizarse como confesor, y sin la facultad de con- fesar carecía de la integridad de las capacidades apostólicas. Notable es el caso que le puso en posesión de esta necesaria facultad. Sin duda, le atraía más el púlpito y la acción que el engorroso empleo de confesar... Extrañárase esto en un hombre como él puesto que, aun dada la poca afición a dedicar su tiempo en el confesonario a ciertas gentes que, se- gún frase de Huysman, quieren ser lavadas, plan- chadas y rizadas, todavia era imprescindible sen- tarse a confesar, para oir la reconciliación de almas arrepentidas, que buscaban a Dios después de es- cuchar, v. gr.: un patético sermón. Podía ser que se tuviese por indigno de ejercer función tan divina como la de perdonar los pecados. Podía también ser, que considerada la delicadeza del ministerio, su misma juventud le detuviese alejado del confeso- PP A
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