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YN bre st. Todavía quería resistir, pero el Senado fran- cés le depuso. La mayor parte de los generales le abandonaron. El 31 de Marzo los aliados entraron en París, y Alejandro, Zar de Rusia, declaró en nom- bre de todos los soberanos, que ya no tratarian más con Bonaparte ni con miembro alguno de su familia. Pío VII había vencido, La excomunión del Papa pudo ser el rayo que arrojó del poder al gran colo- so. El Pontífice restituyose a su Sede de Roma. ¡Alabado sea Dios!... Viéndose Napoleón aban- donado de todos hasta de sus íntimos generales On- dinot, Ney y Macdonald, abdicó el 4 de Abril en fa- vor de su hijo, y humillado por el Zar, que le exige una abdicación sin condiciones, la firmó al día si- guiente. El día 6, el Senado francés llamó al trono a Luis XVIII. El día 11 firma Napoleón otra abdi- cación, renunciando la corona para sí y para sus herederos, y el 4 de Mayo llegaba deportado y hu- millado a la isla de Elba (1)... Era el ocaso de aquel pequeño dios... Si de nuevo quiere empuñar la es- pada, de nuevo la justicia de Dios y la de la Histo- ria le relegará a otra isla donde expirará confesando su yerro, por haber combatido al Vicario de J. C... Tal es el fin de los perseguidores de la Iglesia (2). (1) Pertenecía a Toscana. (2) Como españoles debemos no olvidar y consignarlo con gusto, que el golpe de gracia que recibió el dominador de Europa, lo recibió en nues- tra tierra... El Zar de Rusia, en una proclama expedida en Varsovia, decía: «Si el Norte imita el sublime ejemplo de los castellanos, el duelo del mun- do tendrá fin, y Europa, próxima a ser presa del mónstruo, recobrará su independencia.» Como Capuchino, debo recordar en esa epopeya de la Independencia,

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