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go aun díscolos, si mandan cosas justas, ora repugnan- do a sus mandatos cuando sean injustos... Tan lejos de la rebelión procaz de los que corren a las sedi- ciones y a los motines, como de la abyección servil de los que acogeri cual leyes sacrosantas disposi- ciones manifiestamente impías de hombres perver- sos, los cuales, con el mentido manto de la libertad, lo revuelven todo e imponen la más dura tiranía, latiranía sobre las almas y sobre las conciencias. De- bajo de la prepotente tiranía del poder de las tinie- blas se conculcan todos los derechos a nombre de la moderna civilización y hasta la hidalguía de las razas y la fe más veneranda padecen detrimento. El dilema que formulan los modernos civiliza- dores armados de tiranía en nombre de la libertad, es: O acceder a sus exigencias o someterse a sufrir... Pues bien; Gaspar tiene elegida su parte: sufrirá por la justicia de su causa como el Pontífice Pío VII; no abdicará de sus deberes y firme y paciente se prestará a las cárceles y a los sufrimientos... Si esta es la hora de las tinieblas, amanecerá, cuando sea querer de Dios, la hora de la luz. Acudamos a la prisión en que la impiedad le ha colocado: es lóbrega y estrecha; una pequeña ven- tana deja paso a la luz que apenas ilumina la estan- cia, que no ótra cosa parecía sino «tumba de vi- vos». La paciencia, empero, que es la fortaleza de las almas grandes no le faltará y nunca brillará me- jor la aureola de sus virtudes como en la oscuridad de las prisiones.