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pe ra ver las contingencias de nuevas represalias en cas- tigo de su rebeldía. No faltaron, en verdad, algunas defecciones, cuyo ejemplo se le proponía como imitación y aun como mérito para volverse a Roma, si quería. No se dejó intimidar nuestro Beato por las amenazas, ni se doblegó ante Jas promesas. Era evidente que le aguardaban nuevas crueldades, con tribulaciones tamañas como las de los mártires; pero no era su alma tan cobarde que no se tem- plara para el heroísmo en la Cruz del Salvador, El 13 de Septiembre, un ruido desusado desper- tó en el palacio de Bentivoglio a los sacerdotes allí hospedados. Con amenazas violentas reclamaban los guardias imperiales al cura romano, que conde- nado ya a las cárceles de San Juan in Monte, era preciso capturar... Vistiose Gaspar rápidamente y animando a sus compañeros a la constancia, dejó aquel dormitorio y fué conducido a una angosta y lóbrega prisión que más parecía pocilga de anima- les que moradas de hombres. No faltaría, ciertamente, quien ante los hechos consumados pretendiese tildar a nuestro héroe de imprudente y hasta de temerario y desobediente a la autoridad constituida... Pero nosotros sabemos que la legalidad oficial no es la legítima muchas veces; y la Iglesia, que aconseja con San Pablo la obediencia a los poderes seculares, aunque dísco- los, aconseja, también, el mantenimiento de la fe y del deber ante la usurpación y la fuerza. No ha muchos años, con motivo del tercer centenario de

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