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OS Y 1 E ABI AAENR AZ ron diezmándose en el camino, y desde entonces se eclipsó la estrella napoleónica. No le valió al gran Emperador el organizar nuevos ejércitos. Es- taba escrita su derrota definitiva y no paró hasta que en Santa Elena hizo a sus compañeros la terri- ble declaración de que «el más grave error que pudo cometer fué el haber intentado sujetar por la fuerza a la Santa Sede y a la Nación española». «Dos fuerzas, dice, al parecer insignificantes, pero que ningún conductor de naciones debe jamás me- nospreciar» (1). Es decir: tuvo que pasar por el amargo trance de varias abdicaciones y de las derro- tas en la gran batalla de las naciones y de la de Waterloo, donde le aniquilaron Wellington y Blii- cher, y por tener que ir a una isla distante 2.000 le- guas de Europa, para reconocer su gran pecado y la causa principal de su ruina... Pero sigamos nuestra historia. Recrudecida la persecución contra el clero, se pensó en obligarle a un nuevo juramento; y a principios de Septiembre apareció en Bolonia un bando ordenando a todo sacerdote desterrado la prestación de dicho jura- mento de fidelidad al Emperador. Llegó Gaspar al tribunal y se le prometió el cargo de pedagogo de la juventud de aquella ciu- dad a cambio de la sumisión. Se le prometieron lucros temporales, si doblegando la cerviz ante la realidad histórica, se avenía a significarlo con la prestación del juramento. Por otra parte se le hacía (1) Memorial de Sainte-Hélene.

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