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ic AGA aana a hecho mérito, trató el asunto con su dirigido privi- legiado Gaspar. ¿Cómo así? Sospechaba el pruden- te y avisado Albertini que les quedaba poco tiempo de vivir unidos, y con este motivo trató de acelerar los acontecimientos, manifestando a Gaspar no solamente su idea, sino hasta las direcciones que en nombre de Dios creyó conveniente señalarle para que cristalizasen a tiempo debido. Gaspar no perdía nada de las hermosas orien- taciones que le marcaba tan acertado director y trabajaba también en su interior madurando el pro- yecto y modelando sus contornos y bases en una reglamentación bien pensada. Así las cosas, recibió Albertini la orden de trus- ladarse a Córcega. Fuera estratagema del Gobierno con el fin de debilitarlos separándolos, alejando a los ancianos consejeros de los jóvenes aguerridos; fuera que Dios viera ya maduro a su elegido Gas- par y capaz de correr sin andadores por caminos arriesgados, el caso es que la separación le halló fuerte y consolado en el Señor, llena su alma de una calma plácida y de una alegría inapreciable... Providencialmente las confidencias entre director y dirigido habían tenido lugar a hora oportuna y Gaspar tenía la orientación conveniente y bas- tante fortaleza de ánimo para los nuevos em- peños. e No dejaba por esto de llevar clavada en el co- razón una saeta que le amargaba todos los ¡nomen- tos. Era el recuerdo de su virtuosa madre, que con

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