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=Yrw idea que debería ser el mote de su escudo y la ban- dera de sus campañas. Muy frecuentemente visitaba el Santísimo Sa- cramento del Altar, alma de toda actuación y fuente de toda energía espiritual, y sin que por nada del mundo omitiera este acto antes de subir al púlpito... El sacerdote debe vivir para la Eucaristía e inspi- rarse en aquella vida sacramental que es el libro de la vida... La lectura habitual, a la que tampoco faltaba jamás, la realizaba en las Cartas de San Francisco de Sales, guía el más seguro en las sendas de la perfección y dulce enseñanza que encamina con- fiadamente al n.onte de la contemplación. Muy a menudo confesaba sus faltas y cada mes destinaba un día al retiro del alma, fragua incom- parable del corazón, y cada año, además, hacía los santos ejercicios. Ni era la suya una devoción holgada y una espi- piritualidad pasiva. Por expreso deseo de su Direc- tor, dábase al sagrado ministerio de la predicación, su especial arma de combate. A Dió un curso de ejercicios a la misma familia en cuya casa tan caritativaménte eran huéspedes; y como corriese la fama de sus especiales condicio- nes, la marquesa de Tonara le llamó como educador de sus hijos, aunque por breve tiempo. Apesar de ser ía breve su cargo pedagógico en aquella opulenta familia, quedaron los discipu- los tan aficionados a su persona y aprovecha-

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