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ma A admitir en su palacio a varios sacerdotes y entre ellos a Albertini, que quiso tener a su lado a su hijo espiritual, objeto a su vez de la predicción consig- nada... En aquel retiro piadoso dedicóse Gaspar a su mayor perfeccionamiento, observando con mi- nucioso estudio el método de vida que su director le había trazado y que describimos a continuación para pauta y modelo de conducta para los dignos ministros del Altísimo. Levantábase muy temprano, dirigiendo sus pen» samientos a Dios, adorándole reverentemente, Luego se preparaba para la celebración de la Santa Misa con el rezo del Miserere, Veni Creator y otras preces y jaculatorias apropósito, Había hecho el pacto de San Leonardo de Porto-Mauricio, de que cada buena obra que hicie- ra durante el día le sirviese de acción de gracias por el Santo Sacrificio. No había caso de urgencia: satisfacia antes que nada el deber canónico del rezo del divino oficio. Todo lo practicaba con perfecto orden, acos- tumbrando decir con el Apóstol: «Omnia secundum ordinem fiant.» San Agustín le había enseñado, que el orden conduce mejor a Dios: «Ordo ducit ad Deum» y tenía sumo cuidado en no desconcertar su método. La meditación cotidiana versaba sobre la Pa- sión y Muerte de nuestro Divino Redentor, que le servía para avivar más y más el sentimiento del valor de la Sangre Preciosa y encariñarse con la 5

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