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Eq aa la curación del Beato. A Bolonia, pues, se trasladó a principios de Diciembre de 1810, hospedándose en la residencia de los PP. Filipenses, de donde cscri- bió a D.? María Tamini la siguiente carta: «Por divina misericordia y por el fruto sín duda de sus oraciones de V., gozo al presente de óptima salud. Bendito sea el Señor, cuya voluntad debe- mos siempre acatar humildemente. El Paraiso, decía San Francisco de Sales, es un monte que se sube mucho mejor con las piernas rotas que con las sanas; es decir: que mejor se llega a él por las tri- bulaciones que por las prosperidades. Dichosos, pues, nosotros que podemos beber algunas gotas de aquella amargura que Cristo bebió hasta las heces por nuestro amor. El premio que se nos pre- para en el cielo es grande y la vida presente breví- sima. Vivo con algunos PP. de la Congregación de San Felipe y estoy muy contento...» Una de las tribulaciones que tuvo que soportar en el destierro fué la privación aun de aquella mo- desta subvención que él y sus compañeros recibían del Gobierno expoliador, para atender al sustento necesario y a los gastos de asuntos particulares. Pero cuando el hombre parece cerrarse a toda espe- ranza, Dios aparece como Providencia Universal... El caso es que algunas personas de calidad, lasti- madas del mísero estado de los sacerdotes desterra- dos, abrieron sus casas y sus limosnas para soco- rrerles. Distinguiose en esta caritativa obra la con- desa Segui Bentivoglio y su hijo, que quisieron
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