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A en destierro a un hijo tan querido, podría ser útil. Pero el padre de Gaspar comulgaba en los mismos sentimientos que él; sabía perfectamente el deber del hijo y su propio deber; por eso, al serle intima- da la orden, contestó al Gobernador: «Señor: fusi- ladme antes a mí y luego a mi hijo, pero no me exijais imposibles.» Las nobles palabra de Anto- nio, como hijas de la fe y del corazón empapado en amor al Pontificado, indignaron al francés, que en el acto ordenó el destierro de Gaspar a Piacen- za. Sintió nuestro joven sacerdote todo el peso de la orden sobre su frágil naturaleza al tener que se- pararse de sus queridos padres y de sus más queri- das empresas; pero con los ojos clavados en el luminoso faro de la Providencia, tomó el camino del destierro. ¿009000 yor 90 o . “ordre?

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