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7 ba de mover piedra, ni de fomentar la piedad, a fin de procurarel florecimiento de la nueva Institución... El cariño que tenía a su Oratorio puede colegirse de la carta que desde el destierro de Bolonia escri- bió a su amigo Satelli; es del tenor siguiente: «Amigo mío en Cristo: Si me amas, ten cuidado de Santa Galla y del Oratorio. Espero noticias de- talladas de estas Santas Instituciones. Haz que todo se conserve en el mejor estado, sin que se intro- duzcan abusos y que permanezcan en su verdadera firmeza el espíritu de los primitivos días. » Luego tendremos ocasión de comprobar cómo esta úbra tan cara y recomendada por el Beato, fué la aurora de un sol y la cuna de una Congregación gloriosa en los fastos de la Iglesia. A este recuerdo asociamos el que Gaspar toma- ra parte en la erección de la Pía Unión de la Pre- ciosa Sangre en la basílica de San Nicolás ¿n car- cere y cuyo primer promotor fué el santo sacerdote Francisco Albertini, canónigo de la misma basílica. * oo Entre tanto, una sacudida profunda agitaba el suelo pontificio. Las tropas napoleónicas rebasaban los Apeninos y ocupaban sacrílegamente los Esta- dos del Papa. Los invasores, pretendiendo ultrajar la persona de Pío VII, esperaban la ocasión propi- cia. Se expulsó de la capital cristiana a todos los cardenales. Se trató de hacer lo propio con el Se- cretario de Estado, cardenal Bartolomé Pacca, pero el Pontífice se opuso como una montaña roqueña...

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