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a siquiera en los viajes que realizaba, ni en el interior mismo de su casa. Amigo del retiro y enemigo del bullicio profano, mientras en la gran urbe romana celebrábanse fies- tas civico-populares él se dirigía a Escala Santa o a la Iglesia de Santa Cruz de Jerusalén. En el trato con personas de otro sexo era tan cuerdo, inflexible y prudente, que aunque fuesen a consultarle, las recibía de pie y con la puerta abier- ta, para ser siempre buen olor a Jesucristo, conforme a la recomendación del Apóstol. Su exterior, siem- pre modesto extremábalo entonces, y sus palabras, siempre suaves y comedidas, reflejaban en todos sus tonos y fHexiones santidad y pureza. bligado por caridad a recibir en su casa a la viuda de su hermano, mujer de santa vida, y a una hija de ésta, se mostró en todo momento tan cir- cunspecto, que apenas las veía más que en la mesa. Si alguna vez viose precisado a hablarlas hízolo en presencia de su padre o de su madre. ¡Modelo ver- daderamente acabado de sacerdote católico!... Y como el ser obra según su naturaleza, en todo lo que tomaba en sus manos o emprendía, reflejaba su espíritu. Hombre sacerdote de tales condiciones, debía producirse en su ministerio como un foco de ilumi- nación intensa. Su irradiación apostólica, que ya antes de ordenarse era tan activa y fecunda, ahora, como constreñido con nuevas y más firmes obliga-
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