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a munión de los niños enfermos, obra eminentemente cultural y pedagógica, y los preparaba con ocho días de ejercicios, predicándoles doctrinas que eran del caso con amorosa ternura y fuego abrasador. ¿Quién podría extrañar que esta actividad celo- sa y apostólica atrayese hacía el joven Gaspar gran- des admiradores? Uno de ellos fué Mns. Carlos Odescalchi, después auditor de Pío VII, y que tuvo el buen acuerdo de confiar la obra de Santa Galla a la dirección de nuestro intrépido apóstol. Ni por esto se distraía el bienaventurado de su formación científica mas cumplida para mejor servir la causa de la Iglesia y de las almas. Debido a su aplicación se*le otorgó en 1806 el primer premio de Teología Moral. Iba, pues, crista- lizando en él la ciencia de los santos, que abarca la sabiduría de las virtudes y la virtud de los sabios. Esto es; iba realizándose en su espiritu la forma- ción perfecta.
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