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20 ha mente que no podía improvisarse la habilidad ora- toria... «Nihil rerum ipsa natura voluit magna effici cito». El orador no se improvisa; se hace (1). Hay realidudes múltiples a que atender en el apostolado. Por eso cada vez sentía más necesidad de estudiar y de prepararse para no comprometer un ministerio de tanta responsabilidad. Acudia como discípulo a las conferencias de los Senores de la Misión y a las de“los PP. Jesuitas, y aun iba a tomar lecciones de arte oratoria del famoso Mns. Baccolo, obispo de Tamagosta, que aun supuestas sus bellas cuali- dades, sería temeridad fiar de sí. Con todo, nunca le sedujo a Gaspar la predicación llamada de lujo. Entendía acabadísimaménte la palabra divina. «Id y predicad el Evangelio a toda criatura». Ko ok Temeroso, empero, del peligro que entraña la fama, concibió el pensamiento de retirarse a un convento, y trató el asunto con el abad de los Sil- vestrinos P. Partoloti. El ilustre abad, que residía en San Esteban del Cacco, dióle oportunas disposi- ciones y recibió la promesa de que pronto marcha- ría al noviciado. Sin embargo, Dios contrarió la voluntad del hombre y permitió que se interpusiera la voluntad paternal, que por motivos particulares vedó y obstaculizó tal intento. ¡Altos juicios del cielo! Teníale predestinado para empresa tamaña, (1) Véase nuestra obra «Cultura», pág. 237.
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