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e que entendían mejor de achaques de piedad y de sociabilidad. **x* Con las responsabilidades del nuevo estado, acrecieron en Gaspar las obligaciones de vida. Lo que antes reputaba deber de devoción, ahora lo conceptúa obligación de estado. El estudio, el tra- bajo y la oración eran sus tres armas de combate, que no dejaba ni en el colegio ni en tiempo de va- caciones fuera de él, En el Colegio Romano había una Congregación llamada de San Luis o del jardín, en la cual se ins- cribió nuestro Beato. La Congregación consistía en la práctica de una lectura espiritual por espacio de media hora, que se hacía a los jóvenes más ejem- plares; luego se les llevaba al jardín para distraerse honestamente en inocentes juegos. Gaspar aborre- cía desde luego todo linaje de pasatiempos y juegos, aun los más inocentes, y aunque siempre llevaba el premio de virtud, nunca pudo adjudicársele el pre- mio de un Juego. Por la ejemplaridad de su trato, empezaron a llamarle el Luisito, y bien se merecía este bello re- nombre aquel que con tanta solicitud trataba de imitar al de Gonzaga. Encontrose en cierta ocasión con los príncipes de Paluzzo. Altieri... La princesa, viéndole vestido de curita, como suele decirse, mandó a su hijo, que con ella iba, le besara la mano al curita. Gaspar,
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