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sienes con la corona de la beatitud oficialmente. Esta singular gloria debió corresponder a Pio X, alma cándida y apostólica como la de Gaspar, que quiso elevarle al coro de los Beatos por cierto bien acompañado. Nada más hermoso que el espectáculo de las fiestas vaticanas, durante el año mariano de 1904... Entraba dentro del solemne programa de aquellas explosiones de amor a María la canoniza- ción de Gerardo Maiella y Alejandro Sauli, y la beatificación del Venerable Gaspar del Búfalo, con la esclarecida pléyade de otros ilustres hijos de la Iglesia, como el Cura de Ars, «los capuchinos Aga- tángelo y Casiano, los mártires de la Compañía de Jesús y aquel inolvidable Bellesini... (1) Que el pueblo venere y ame a estas represen- taciones del amor y del sacrificio es nuestro último voto al cerrar este libro... «La fraternidad humuna» tiene en ellos su escuela y su práctica. Desencade- nados los vientos de todas las sediciones y concu- piscencias, es preciso dar al mundo la fórmula de la verdad evangélica con la garantía de los heroís- mos de los que las predicaron. Al mundo se le brinda una ciencia social que es el suicidio social, Espantémonos de la suerte que espera a la huma- nidad, siguiendo las fórmulas societarias en uso entre los redentores del proletariado. (1) Por error de caja se imprimió páginas más arriba Bellirini. Nos ha extrañado sobremanera que ni el Excmo. D. L. Calpena, que imprimía en 1912 el primer tomo de su obra «La luz de la fe en el siglo XX», ni el Dic- cionario de Espasa en la palabra Búfalo den al Beato Gaspar otro título que el de Venerable. 24
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