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a marmo! que cubre la sepultura sentíase aliviada de los dolores que la causaba la bola dura (cistis) que se le formó también en el cuerpo. Se encomendaba día y noche al bienaventurado y le suplicaba la li- brase de aquel pestifero y doloroso mal. En la noche del 21 de Enero, hallándose medio dormida se le aparece el Venerable Canónigo en figura de sacerdote vestido de sotana, birrete y un crucifijo en el pecho. Llevaba un báculo o cayado en la mano, y al verlo rompió a llorar y le dijo: «Santo mío, abogado, hacedme la gracia de curar- me, que todos me repudian y tendré que echarme a una cloaca». La contestó: «Animo, mujer; no tengas miedo, que mañana te levantarás y no ten- drás nada». Alzó el báculo y con él hirió la parte del cuerpo donde radicaba el tumor, y desapareció... La enfer- ma rezó unos Padrenuestros y Ave Marías en honor del Venerable, y quedó dormida... A la mañana si- guiente se despertó completamente curada, entre- gándose a sus faenas domésticas y de lavandera. Estos son los dos milagros que sirvieron para la beatificación. k* Desde que Pío IX le concedió el título de Vene- rable, habían pasado 39 años, hasta que León XII, el 19 de Marzo de 1891 dió el Decreto, recono- ciendo el heroísmo de las virtudes del Canónigo del Búfalo, pero todavía no se le habían ceñido las

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