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ee E Los milagros son el sello divino, la rúbrica y f'rma de la intervención de Dios sobre todo cuando por ellos se trata de probar la verdad de una ense- ñanza. Por eso la incredulidad niega la posibilidad de los milagros, porque no quiere convencerse de la falsedad de sus doctrinas... Admitidos los hechos milagrosos, es necesario admitir el credo en cuyo favor se habrán realizado. La virtud taumatúrgica de los santos es como una demostración de que su espíritu era de Dios y cuando se realiza después de muertos por inter cesión suya abonan su santidad y perpétuo gozo en el cielo. Espigando en el campo que hemos historiado, podemos acumular aquí algunos milagros compro- bativos de la santidad del Beato Gaspar, y entre ellos se nos ocurre en primera línea la que nos re- fiere el hermano Luis Falcioni, lego de la Congre- gación de la Preciosa Sangre. «Encontrándome, dice, en la Casa de Nepí hacia el año 1840, a hora muy avanzada de la noche, fué llamado urgente- mente el Superior D. José Alterisi para asistir a un enfermo cofrade del Oratorio de San Francisco Ja- vier, y yo fuí con él. El enfermo había recibido ocho cuchilladas en la parte abdominal inferior y arrojaba las heces por la boca. Se intentó confe- sarlo, pero era imposible. Fuele aplicada una es- tampa del Beato y se durmió. Quedamos cn espera por ver si se le podrían administrar los Sacramen-
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