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— 333 — fervorizar a los tibios, ni para elevar a las personas piadosas a la perfección... Unido a esto recordamos la devoción del Vía Crucis... El gran apóstol, que él procuraba imitar en muchas cosas, San Leonardo de Puerto Mauricio, solía decir: «Si queréis regenerar un pueblo o una familia, introducid en ellos la práctica del Vía Cru- cis...» Por eso son tantas las indulgencias que la Iglesia concedió a este noble ejercicio, que está prohibido fijar determinadamente su número (1) y tienen el privilegio de que no gozan otras; a saber: que para ganarlas no se necesita la confesión y la comunión, sino que basta el estado de gracia. El amor que Gaspar profesó a Cristo Crucifica- do, lo llevan ostensible y como esculpido sus hijos en la imagen que con el fagín forma el distintivo de la Congregación... Quería que aquel Crucifijo que les dió como arma de combate e instrumento de paz, estuviera más entero y gravado en el cora- zÓn de todos, que en sus manos. Sabía reconocerla imagen viva del Crucificado en los pobres ulcerosos y llagados, recordando tal vez que Jesús se apareció muchas veces, y sobre todo a Santa Isabel de Hungria, en forma de pobre enfermo y desvalido. De ahí brotó aquel senti- miento tan simpático y tan sagrado por el pobre. No permitía que nadie, bajo ningún pretexto, des- pidiese a un pobre sin socorro... El afecto de com- (1). Los decretos que regulan la práctica del Vía-Crucis, son: Sagrada Congregación. Ind. 27 Febrero 1901; 22 de Enero 1858; 16 Septiembre 1760; 7 de Marzo 1678.
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