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7 a también el director de Gaspar hubo de intervenir en éste, yéndole a la mano para que aflojara sus rigo- res, permiéndole, empero, que llevase un cilicio en el lomo en el acto de comulgar, Desde esta fecha «Ascensiones in corde suo disposuit». Toda elevación le parecía poca. Corría de modo maravilloso como arroyo aurífero en cauce acomodado, por las caminos de la perfección. Modelo de juventud cabal, era de todos estimado, admirado, reverenciado, reputado por ángel en carne mortal. ¡Con qué fervor oraba ante los taber- náculos! ¡Qué edificante era oirle hablar siempre de Dios, de aquel Dios bueno que aprisionaba en su pecho, a quien no se hartaba de llamar «su bien», su tesoro», «su amor». Pal era su candor, que se desmayaba a la sola idea de una ofensa... ¡Oh y cuánto sentía el abandono espiritual de las almas! Véase esto por el caso siguiente: El Párroco de San Marcos le mandó recoger las papeletas de cumplimiento Pascual entre los fami- liares del príncipe Altieri... Uno de los criados que por no haber cumplido con la Iglesia carecía de papeleta, al ser requerido, contestóle con un punta- pié, diciendo: «ved ahí mi papeleta». Mortificado el niño por este acto brutal supo soportarlo con pa- ciencia y humildad seráficas; mas lloró tan descon- soladamente por ver a aquel desgraciado en aquel abandono de su alma que durante dos dias no probó alimento ni se cansó de repetir: « ¡Señor y Dios mío! ¿Cómo pueden los hombres pecar de esta manera?»

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