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— 331 — vida de algún santo. Quiso, además, que sus segui- dores en la apostolización de las almas estuviesen obligados tanto en ejercicios como en las misiones a predicar sobre la Santísima Virgen con el doble fin de provocar a convertirse a los pecadores y de alcanzar la perseverancia para los justos... Final- mente estableció en las Casas de su Instituto el rezo de los cinco salmos correspondientes a las cinco letras del nombre de María, en los sábados y vigi- lias de fiestas principales. En sus viajes recitaba cuatro y más veces el Santo Rosario, y lo recomendaba que se practicase esta devoción en todas las casas como rico tlorón de hogares cristianos. Como San Leonardo de Puerto Mauricio, atri- buía todo lo bueno que hacia al favor de María, de cuyas manos provienen las gracias y luces con que Dios quiere socorrer y favorecer a sus siervos. Como el verde tallo se orna de flores en prima- vera, asi esta devoción siempre verde y lozana en su alma, se ornaba de cien prácticas delicadas que le sugería el corazón... Cuando en los pechos malvados, hervideros de intensa podredumbre, conseguía hacer florecer la devoción a María, consolábase pensando que era presagio del triunfo de la gracia. Aquel rayo de Aurora que se colaba por entre brumas de pecado- res hediondeces, le auguraba el nacimiento cercano del sol de justicia... «Ad Jesum per Mariam... Tal era la teología de su corazón... po

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