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— 327 — Gaspar, en fugarse clandestinamente, pusieron guardias que lo impidiesen. Diose cuenta el Beato y concertó con un amigo defraudar lo que se trata- ba de realizar para el término de la Misión; y en efecto, por una estrecha calleja que parecía excusa- da, se escapó sin ser visto .. Parecíale un robo el apropiarse honras que no le competían ni se creía con merecimientos para ello... No era este un senti- miento superficial de su nulidad; era una íntima persuasión... Siendo Director General de la Congre- gación, reservaba para sí los oficios más bajos y pesados. Sabía que el cargo le obligaba a mayor ejemplaridad y que quien se sirve del puesto para rodearse de comodidades dejando para otros las cargas, es infiel a Dios y a su deber... El valor de los que ocupan altos puestos no está en obtenerlos sino en merecerlos... Poco vale quien en un puesto elevado sólo puede buscarse así mismo y no es capaz de sufrir en las honras, lo que es capaz de hacer sufrir a otros que están lejos de ellos... Barría nuestro Beato con harto júbilo interior las habita- ciones y la iglesia. Le parecía un oficio bien propio a sus merecimientos el ayudar a la mesa y el fregar la loza... Como Jesús, el adorable Maestro, vino a servir y no a ser servido... Durante los ejercicios espirituales ocupábase en los menesteres del refec- torio, y como no es asunto de ir acotando datos que se podían acumular en gran número, recorda- remos uno solo. Llegaron un día dos PP. Capuchi- nos a la casa de Giano. Sabido es que los Capuchi-

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