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Paraiso, donde sorprendió Milton a la mujer en su primera flaqueza, al hombre en su primera culpa y a Dios en su primer ceño. Después de aquello vie- ne esto... Viene que toda carne ha corrompido sus caminos y que la generación de los castos forman como familia aparte, son de la raza de los ángeles. La mujer, la fuente y la flor pudieron ser amigas, cuando fueron castas... El hombre, el ángel y la luz pueden parecerse cuando guardan la semejanza de la castidad... Ved ahí la virtud predilecta del corazón de Gaspar... Dícese de él que fué uno de aquellos afortunados que al recibir la inocencia con el bau- tismo la conservaron pura hasta la muerte, A fe que no es este pequeño privilegio y galardón más que copioso por todos sus extraordinarios hechos... Un testigo pudo llamarle en los procesos «hijo de Adán inocente, mejor que de Adán culpado». Tenía esto grandisima importancia por suponer a qué extremo llevaría Gaspar su amor y práctica de la castidad. Desde niño se le vió invocar a María en su In- maculada Concepción... tener una reverencia y Ca- riño especial a San Luis Gonzaga... guardarse con cuidadosa escrupulosidad del trato con mujeres... Todo lo cual le mereció el título de «ángel en car- ne», «hombre angél:co», «hombre celestial»; pala- bras que hemos oído repetir al Papa León XII... El testimonio de un confesor a quien declaró un día que nunca por la misericordia de Dios había
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