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modo en la contrariedad; no dejar la empresa santa en la humillación; adelantar en la lucha, puestos los ojos en el cielo, cuando el cielo parece hecho de bronce yen la tierra brotan a cada paso espinas punzantes y se gustan brevajes amargos, entonces es cuando se vé la virtud, y se admira la fortaleza... La ejemplaridad de los que lo son por convenien- cia propia es nula delanle de Dios, porque es fácil delante de los hombres; pero la que es preciso man- tenerla en un ambiente de hostilidad y de prejui- cios, y en medio de la ingratitud es esa oro de ley y moneda legítima acuñada con la fortaleza, Recuérdese ahora todos los episodios que hemos descrito en la historia de Gaspar y digasenos que acopio de firmeza y de pureza de intención tuvo que invertir para no decaer desmayado y ren- dido... Desde el momento en que pronunció delante de los representantes del Emperador que le demanda- ban un juramento sacrilego, aquel «no puedo, no debo» sujeto a terribles consecuencias, hasta. la hora sublime de su triunfo sobre la vida, ¡cuántos actos de energía de espíritu! Cuánta valentía, cuán- ta firmeza de carácter para no dejarse arrastrar por el dulce halago de la vanidad, cuando rechazó. las altas dignidades para darse al apostolado, y en este apostolado para cumplir como cumple a un leal pregonero de la verdad! Dios le había dicho al co- razón como al Apóstol de los gentes: «Lucete sicut luminaria in mundo in medio nationis prave atque

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