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a Practicaba la ley de la justicia particularmente en lo que tocaba a la fama del prójimo. Cualquiera conversación ménos justa la cortaba inmediata- mente, diciendo: «¡Oh, que todos somos enfermos en el gran hospital del mundo!»... A nadie negó la razón que tuviese. Muy al revé3 de muchos que por defender un brote de amor propio llegan no solo a quitar lá razón al prójimo sino a denostarlo y hasta cubrirlo de infamia... k*kx* Digamos también pocas palabras sobre las vir- tudes de la fortaleza y templanza, aunque de la pri- mera es un testimonio vivo todo su apostolado. La fortaleza dispone y arma al hombre para la realización de cosas arduas para conllevar pacién- temente los contratiempos y adversidades que mos sobrevengan... Donde mejor se nota y aparece la fortaleza es en la perseverancia en un bien comen- zado por Dios. La virtud que desde niño profesó y que hasta la muerte practicó sin retroceder jamás un punto, fué un yunque verdadero donde se probó la admirable fortaleza de su espíritu... Ser constante en medio de la prosperidad, gozando de las consolaciones del Tabor es cosa hacedera aun a los espíritus in- fantiles. No nos sorprende ver actos religiosos loa- bles, y guardar un tesoro de acciones de gracias, cuando no hay por qué alterarse y todo acontece a la medida del deseo; pero comportarse del mismo

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