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— 307— dispone sus caminos, el Señor dirige sus pasos por medio de este don inapreciable. Por eso dice el Sabio: «Mejor es la sabiduria que las fuerzas y el varón prudente que el fuerte (1). Como lodo debe apreciarse el oro y la plata en su comparación. Desde los albores del uso de la razón daba Gaspar muestras de poseer como un tesoro inapre- ciable esta virtud de la prudencia... Puso tanta sen- satez en sus cosas y tanta discreción en las pala- bras que era admiración y pasmo para cuantos de cerca examinaban su conducta. Era la suya una prudencia toda del cielo que antepone, como es razón, lo mejor a lo peor, y lo más justo a lo que no parecía tanto. Reflejábase en él una madura re- tlexión en la misma floridez de la edad cuando la inexperiencia y escasez de años aviva la imagina- ción embotando la agudeza de la mente y la seria ponderación de partes... Cuando conoció los designios de Dios, ya se ha visto con qué prudente reflexión procedió en el aconsejarse y en el resolverse, atento a la voluntad del Altísimo... Así trató de evitar toda culpa volun- taria, aunque fuese la más leve, y supo defenderse de las asechanzas del enemigo del alma y de los engaños del mundo... Acostumbrose a sufrir y a callar como una de las condiciones más cabales de la prudencia, a no ser que la gloria de Dios le brindase a hablar... Fué siempre irreconciliable enemigo de las malas len- 21
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