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— 302 — mos que como Job exclamaba el Beato: «Suspen- dium elegit anima mea». Suspendido de Dios y de- pendiente de Él quería vivir, seguro de que nada puede faltar al siervo fiel. Por eso en toda ocasión y en toda penuria tenía presente aquella otra her- mosa frase: «Etiam si occiderit me in ipso sperabo.» Bien puede ponerme a la boca de la muerte, aún entonces yo esperaré en Él... En los momentos más agudos y aflictivos, repetía con David: «In te Domine speravi, non confundar in eternum». Sí, mi Dios y mi bien; en Tí confío y jamás seré confun- dido. Hermosa lección para los que llevamos gimo- teando y como. a regañadientes la menor tribulación y prueba... Hombres de poca fé, caemos en el de- saliento por falta de esperanza. *** Pero y ¿qué diremos de su caridad? Ella es la corona de todas las virtudes y la perla más rica que puede engarzarse en todas las coronas... Sobre todo es un elemento indispensable para toda obra de apostolado. Por eso vino el Espíritu Santo sobre los Apóstoles en forma de fuego «ut eos calefaceret ad alios incendendos» para calentar a los que lleva- ban por la tierra la misión de incendiar... «quia qui non ardet non incendit» como repetía San Antonio de Padua: no enciende quien no arde... Por el Es- píritu Santo nos viene la llama y el fuego de la ca-
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