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A A A A 4 4 4 ! 4 a | Y A AA mr AAA Ramo a a E ID pa ee — 298— ponsabilidades de su dignidad y de la veneración con que debe tratarse el sacrosanto misterio del altar. No consentía que ninguno estuviese delante del Santísimo con la levita puesta... Cuando iba de misión, como viese de lejos un pueblo y divisase las torres de su iglesia rezaba de- votamente el «¡O sacrum convivium», con cinco Padre Nuestros y el <Tantum ergo». ¡Bella manera de agradecer a Jesús el amor con que se quiso quedar por nosotros en el tabernáculo santo! ¡Oh, qué sólo suele estar a veces aquel pri- sionero voluntario en las iglesias rurales, cerradas las puertas, sucio el recinto, desvencijadas las pa- redes, olvidado tal vez de los hombres!... ¡O sacrum convivium! ¡pero qué, pocos te gustan, Jesús mío!... ¡Qué pocos te aman!... ¡Qué pocos guardan tu fé!... ¡Oh, sí; hace falta fé... en el Santísimo Sacramento. Hace falta meditar en la obra del Cenáculo... Es indispensable llevar el Cenáculo a todos los altares para recordar más viva y sensiblemente la hora su- prema en que Jesús se quedó con nosotros... ¡Hora adorable! ¡Hora divina! Hora que nunca debe bo- rrarse del pensamiento humano... ¡Oh qué bello apostolado el que se consagra a remozar aquel re- cuerdo en inteligencias olvidadizas!... ¡Qué sublime es la gratitud de las almas eucarísticas que se dedi- can cada jueves a reproducir como: sensibilizando la conmovedora escena del Cenáculo (1)! ¡Y qué (1) Permitasenos recomendar aquí muy encarecidamente la obra de los Jueves Encarísticos consagrada a conmemorar agradeciendo cada jueves la Institución de los altares y a apostolizar el sentimiento y devo- ción eucarísticas...
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