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— 289— citar para predicar cuando parecía en el ocaso... Le hemos visto mirando a la tumba como un astro que se quiere apagar y de pronto encenderse de nuevo en el horizonté apostólico buscando a Cristo en todas las cosas y a las almas redimidas por su Pre- ciosa Sangre... Bendigamos ahora al dador de todo bien y al galardonador de todo mérito viendo cómo sabe coronar en nuestras obras sus mismas gracias y en nuestros trabajos sus magníficos auxilios. Sin embargo era preciso consagrar al cadáver de Gaspar las exequias correspondientes y derra- mar delante de su tumba en floración milagrosa los tributos que la Religión señala a los que durmieron en el Señor. El cadáver, vestido con las insignias de misio- nero por el buen criado Bartolomé, fué trasladado con la venia del Cardenal-Vicario Odescalchi, a la iglesia de S. Angel en Pescheria, donde se celebra- ron honras fúnebres en la mañana del día 30. A ellas concurrió el pueblo y particularmente el clero... En todos los labios resonaba la frase: «ha muerto un santo». Estaba en la conciencia de todos que con aquel Santo, Roma había perdido un formidable apóstol, y a rendirle el último tributo de admiración con las preces litúrgicas, acudieron en numerosa turba los romanos. El mismo dia y con permiso del cardenal Falsacappa, Obispo de Albano, fué trasladado en una caja de madera a esta ciudad... En presencia de la Comunidad se abrió la caja, y el cadáver es-
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