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— 281 — perdió la voz y un sudor abundoso le bañó todo el cuerpo... Su confesor era el P. Pavani, S. J., y aunque anciano, hacía el sacrificio de visitarle con frecuen- cia; pero imposibilitado ahora, había encargado al P. Vicente Palloti hacer sus veces oyendo la con- fesión semanal de Gaspar. Asi que en la mañana del 26 acudió Palloti a casa del enfermo, y como testifica en los procesos, fué la primera vez que le encontró en cama... Al oir la confesión oyó también el ruego de que le dejara la cédula de confesión para recibir el Viático... El médico todavia no se daba cuenta de la gravedad del paciente, pero el paciente veía de cerca su Ocaso y su fin. A las ins- tancias del enfermo accedió el médico a que se le diera el Viático, y en la mañana del 27 del propio mes de Diciembre, el párroco de S. Angel en Pes- cheira celebró misa en el oratorio doméstico y le administró la comunión por Viático. No hay que decir cómo serían el recogimiento y el fervor de Gaspar en aquel instante; se le encendió la cara al recibir al Señor como si una viva llama le iluminara por dentro. El resto del día lo consagró a la acción de gracias en una continuada oración... ¿Quién po- drá decir lo que pasaría en aquellas horas de felici- dad mística entre el Criador y la criatura? Como se- ñalando las amorosas y sabrosas comunicaciones con el Amado, de cuando en cuando, acercaba a sus labios el Crucifijo que tenía en las manos... Con qué suave devoción aplicaría a sus ardorosas fauces AAA

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