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Y El día 4 de Diciembre se hizo el traslado a las habitaciones del palacio Orsini, donde Gaspar pa- saba los días, bien en cama, bien levantado, sin dejar nunca el rezo del Oficio Divino y el ayuno del viernes y sábado. El 19 le prohibió el médico el rezo y la celebración de la misa. Obedeció humil - demente, pero continuó levantándose hasta el día 23. Ya al día siguiente, una extrema debilidad le impidió levantarse... En medio de sus dolores, sólo se le oía decir con perfecta resignación: «¡Oh, Dios mío! »... El día de Navidad, las religiosas de Santa Ursula le regalaron un pesebrito, que agradeció sumamen- te y lo colocó ante sus ojos, entre las imágenes de la Virgen y del apostólico San Francisco Javier. ¡Qué días aquellos para alma como la suya! ¡Qué elevaciones espirituales haría delante de aquel pesebre, que le recordaba los más augustos miste- rios de la Religión! Los que entraban a visitarle encontrábanle absorto en la meditación de tan que- ridos objetos... Pero nunca consentía que nadie se molestara excesivamente por él. No tenía esperanza ninguna de curarse; sabía perfectamente que toda diligencia médica era excu- sada; no obstante sometiase obediente a las órde- nes del doctor. Se le dijo que era preciso sangrarle. Había predicho el Beato que cuando le sangrasen había de morir, y recibió la noticia con dulce apa- cibilidad sin oponer la menor resistencia... Dos veces le sangraron, y al instante quedó sin fuerzas;

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