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pr ” e AR RR e dci da pa ERES 7 pg a a — Y — infernales para acabar con el valiente misio- nero, Subido de nuevo a la carroza o coche, fué asal- tado por fuertes convulsiones que no bastaban dos hombres para sujetarlo. En Sermoneta, guardó cama tres días. En vista del curso del mal, quisieron sangrarle, pero él se opuso bajo pretexto de poder más fácil y prontamente empezar la Misión com- prometida de Basiano. En efecto, se inauguró la Misión con una expectación enorme. No era, sin embargo, posible continuarla. El soldado, aunque valeroso y aguerrido, estaba herido de muerte. La inflamación de pecho contraída en el accidente de Nepi, se había rertovado con caracteres de alarma... Era ya hora de dejar las armas. Pero difícilmente las deja el incansable y heróico guerrero, aunque heri- do y abatido, mientras pueda sostenerlas en las manos. Un hálito de vida le basta para creerse to- davía con fuerzas para su esgrima... No se con- vence jamás de su impotencia... Algo de eso le pasaba al Beato Gaspar... En vano se le decía que podía desceñirse el arnés y aflojar las armas; que la herida era irremediable en el trabajo... Aún predicó en Albano, la mitad del mes de Junio, consagrado a las glorias de la Precio- sa Sangre, y sobre todo le vemos misionar en la iglesia nuova de Roma por encargo del cardenal Odeschaldi en las públicas rogativas que ordenó el Pontífice con ocasión de la epidemia colérica de de aquel año. Sabida es la honda impresión que
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