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meter con su labor apostólica las provincias más revoltosas, tuvieron que sufrir como efecto reflejo las consecuencias del movimiento; porque como las medidas de Gregorio XVI para mejorar la ad- ministración pública y afianzar más y más su auto- ridad, servían de pretexto a las Sociedades secretas para fraguar nuevas conspiraciones.(1); de la mis- ma suerte, el esfuerzo de los misioneros por llegar al mismo punto, estimulaba el odio de los que mi- raban con ojos aviesos la labor de los misioneros... * ko No era aquella época apropósito para desarro- llar el plan misional de Gaspar. Las convulsiones eran demasiado violentas y por eso en todo el año 1831 apenas dió - más que una u otra misión. En cambio por los mismos sucesos que se desarrollaban en el orden político creyó conveniente quedarse en Roma para estar al tanto de las cosas y gobernar mejor su Congregación. La casa más expuesta al vaivén revolucionario fué la de Rimini, en las Romañas. Un testigo ocu- lar escribe así el estado de aquella residencia: <Encontrándome yo allí estalló la revolución y aun- que los rebeldes nos odiaban encarnizadamente, nada sufrimos personalmente; se contentaron con vigilarnos y dar con piedras y puñales a las puertas (1) Las admirables Encíclicas «Mirari vos» y otras contra el indiferen- tismo y los abusos de la libertad modernas, le han merecido también a este gran Papa el amargo rencor de los revolucionarios y liberales.
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