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ailigido Gasparini. Creo que Vuestra Santidad no tiene prisa. —Sí, mi querido Gasparini, me lo traeréis la primera vez que volvais. El 2 de Febrero todavía pudo oficiar el bonda- doso Papa; mas en la última audiencia semanal que dió se despidió afectuosamente de Mons. Teste, Secretario de Breves latinos a los Principes, y le dijo: «Dentro de pocos días no nos volveremos a ver.» El día 10 de Febrero mismo expiraba tran- quilamente... El Beato lloró amargamente la muerte del Papa, en cuyo pontificado tanto tuvo que sufrir, sin que por eso le faltase el oxigeno vital de los últimos años de bonanza... Pero aunque parecía no sólo benévola, sino gloriosa la reconciliación de la últi- ma etapa, por debajo de la confianza pontificia veía correr un río de amarguras que entraba en su co- razón en abrasadoras ondas. La confianza de León XII en Gaspar brillaba como un so! de amor sobre las olas. tempestuosas de la mar agitada por corrientes internas... Es verdad que las olas tem- pestuosas se convertían en blanda crestería de es- puma en su varonil confianza en Dios, pero todo ello no quitaba el que podamos afirmar que el pon- tificado de León XII fué de gran prueba para el Beato Gaspar. ¿Lloró sin embargo amargamente la muerte del Papa porque sabía acaso lo que le esperaba en el pontificado futuro? ¿Habían desaparecido por ven- ro rn catala ae e ii: * e rn nda A AR ci AA A AD cs A E lei

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