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AS nocturno con su Dios, cuando nadie podía sorpren- der su oración ni interrumpirle en modo alguno. Durante esas horas de sencilla y pura contempla- ción se le representaban fieras y agudas las malda- des del mundo, y, estático y arrobado, exclamaba: «Amor mío, amor mío, no más pecados, no más ul- trajes»... Al mismo tiempo, su voluntad, purificada con el baño del amor, se sentía ajustada a la de Dios, para no hacer ni querer nada que a Él no agradase, sin pedir ni desear otra cosa que el cum- plimiento fiel y exacto del beneplácito de la Divina Majestad, Al contemplar esta conducta, sus padres glo- riábanse de tener tal hijo; y mientras la madre le sor- prendía por las manchas de sangre que dejaba en el cuarto, en los ejercicios de penitencia, el padre exclamaba llorando: «Gaspar es un Santo, es un ángel modelado en carne.»

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