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— 239 — popular del apostolado. El caso era secuestrar de este modo su persona para que, alejado del gobier- no de su Congregación, acabase ésta de por sí... ¿Que a qué artera malevolencia obedecía esto? Ya hemos insinuado a su tiempo.que la actuación de los misioneros reprimiendo el bandidaje, hacía inútiles los servicios de muchos que cobraban del presupuesto por estar a la pista de la chusma sal- vaje. Aquí estaba el eje y el corazón de la mayor parte de las acusaciones contra los misioneros. Pero Dios miraba por sus siervos... En la audiencia papal pudo transparentársele a Gaspar algo de lo que el Pontífice revolvía en su ánimo, y a ese respecto escribía a su amigo y pro- tector Cristaldi: «Aunque resignado a recibir todos los trabajos que el Señor se digne mandarme, mi espíritu, sin embargo, no puede estar tranquilo completamente; por eso expongo a su sabia con- sideración la súplica que aquí le hago. El viernes próximo hablaremos más detenidamente. Al Padre Santo sólo le pedí la bendición para continuar en la obra de las misiones. Él me contestó: Y qué ¿siempre tienes que ser misionero? Yo manifesté mi contento con pertenecer a mi Congregación, pero ví que no le agradó mi pensamiento, V. que sabe cuanto amo a mi Instituto y a mis compañeros, ayúdeme con sus consejos y oraciones.» La súplica de que hablaba a Cristaldi y que ahora elevaba al Papa decía: «El canónigo Gaspar del Búfalo, misionero apostólico y siervo humilde / 10 pr AA A A
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